Seguimos con la cuarta parte del libro, que aborda qué hemos hemos frente al reto del Cambio Climático. 8 capítulos y 34 páginas de lectura. ¡Anímate a participar a poner tu comentario en esta entrada del blog!. Además no hay excusa para no escribir porque tenemos quince días para leerlo, que el jueves que viene es Jueves Santo y nos tomamos un pequeño descanso. Volvemos el próximo 13 de abril. Estos son los capítulos objeto de comentario y reflexión:
4.10. Una manera de pensar completamente nueva / Greta Thunberg
4.11. Nuestra huella en la tierra Alexander Popp / Científico en el Instituto de Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático de Potsdam y líder de un grupo de investigación sobre gestión del uso de la tierra.
4.12. La cuestión calórica Michael Clark / Científico del ambiente en la Universidad de Oxford, centrado en la aportación de los sistemas alimentarios al clima, la biodiversidad y el bienestar.
4.13. Idear nuevos sistemas alimentarios Sonja Vermeulen / Directora de programas en CGIAR y asociada en Chatham House.
4.14. Mapa de emisiones en un mundo industrial John Barrett / Profesor de Políticas de Energía y Clima en la Universidad de Leeds, asesor del Gobierno sobre DEFRA y autor del IPCC. Alice Garvey / Investigadora del Instituto de Investigación sobre Sostenibilidad, Universidad de Leeds.
4.15. El obstáculo técnico Ketan Joshi / Escritor, analista y asesor de comunicaciones independiente, que ha trabajado para diversas organizaciones sobre el clima australianas y europeas.
4.16. El desafío ambiental del transporte Alice Larkin / Vicedecana y directora de la Escuela de Ingeniería y profesora de Ciencias Climáticas y Políticas Energéticas en la Universidad de Manchester.
4.17. ¿Es eléctrico el futuro? Jillian Anable / Codirectora del CREDS, Centro de Investigación de Soluciones para la Demanda de Energía de la Universidad de Oxford. Christian Brand / Codirector del Centro de Investigación sobre Energía del Reino Unido y profesor asociado en la Universidad de Oxford.
Greta nos apunta en el capítulo 4.10 lo siguiente: “No existe ninguna razón para creer que los cambios necesarios nos harán infelices o nos dejarán insatisfechos. Si conseguimos hacerlo bien, nuestras vidas tendrán mucho más sentido que el consumo excesivo, egoísta y frívolo. En su lugar, dispondremos de tiempo y espacio para la comunidad, la solidaridad y el amor. En ningún caso debemos considerarlo un retroceso en nuestro desarrollo. Al contrario, se trata de la evolución humana. La revolución humana”. ¿Estamos preparados para esta nueva forma de pensar?
El capítulo 4.11. hace hincapié en nuestra capacidad transformadora sobre la tierra, extendiendo zonas de cultivo, pastos para la ganadería y plantaciones forestales. ¿Podremos embarcarnos en una nueva revolución verde para conseguir esto que se plantea en el texto del libro? “La productividad agrícola debe crecer para alimentar a una población global en aumento, sin incrementar los efectos ambientales negativos asociados a ella; eso significa, por ejemplo, un uso mucho más eficiente del nitrógeno, el fósforo y el agua. Cuando tales medidas en el nivel del suministro se combinan con otras en el de la demanda —por ejemplo, el ajuste de dietas y una reducción del desperdicio de alimentos—, es posible lograr sinergias positivas. Con una dieta más vegetal y moderada, la presión en la tierra se reduciría, lo que llevaría aparejada una mejora de la salud, el clima y la biodiversidad”.
El capítulo 4.12. es una delicia de síntesis sobre la implicación que tiene nuestra dieta en relación con la crisis climática y la crisis de biodiversidad. Este párrafo es un buen ejemplo: “Aunque el paso a dietas vegetales es el mayor cambio que podríamos hacer para reducir el impacto de los alimentos en el ambiente, hay otras muchas posibilidades de crear sistemas alimentarios que contribuyan a la sostenibilidad ambiental y al bienestar humano, entre ellos el cambio del modo de producción de los alimentos a través de nuevos regímenes de gestión de fertilizantes o de rotación de cultivos y la reducción de la pérdida o el derroche de alimentos a lo largo de la cadena de suministro -un tercio del alimento producido no se consume”. Además, tal y como concluye este capítulo, “muchos de los cambios que mejorarían nuestro ambiente harían que mejorara la salud humana. Gran parte de los alimentos más sostenibles están entre los más sanos y nutritivos, y muchas de las dietas más sostenibles reducirían la mortalidad prematura en todo el planeta en un 10 por ciento”. ¿Te has planteado alguna vez hacer modificaciones en tu dieta en relación con las consecuencias que tiene en el cambio climático y en tu propia salud?
El capítulo 4.13. insiste en la tríada sobre la que actuar vista en el capítulo anterior: dieta, desperdicio de alimentos y sistemas de cultivo. En relación con los sistemas de cultivo se destaca que la clave, por un lado, es conservar ecosistemas biodiversos y ricos en carbono (bosques, turberas, humedales…), y, por otro lado, reducir la extensión de nuevas superficies de cultivo. Se habla de distintas opciones:
-La intensificación sostenible, que consiste en aumentar el rendimiento agrícola sin causar un impacto ambiental negativo y sin convertir más tierras no agrícolas (cultivo de variedades con mayor rendimiento o cambio en la aplicación de fertilizantes).
-Agricultura orgánica, que evita el uso de fertilizantes y plaguicidas.
-Agroecología, cuyo objetivo es una agricultura guiada por los conocimientos locales y en armonía con las ecologías locales.
No hay solución mágica que se pueda aplicar a todas las partes del mundo. Se apunta en el capítulo que “el contexto es esencial, y los agricultores deberán efectuar elecciones estratégicas a partir de un conjunto de opciones localmente factibles”. Como ejemplo, se declara que “numerosos granjeros se ven atrapados por contratos de suministro, gestión, seguros y préstamos que les dejan poco margen de maniobra para aplicar un enfoque más progresista; si volvieran a formularse, dichos contratos podrían convertirse en poderosos vehículos para la sostenibilidad”. ¿Conoces algún caso de éxito?
El capítulo 4.14. nos informa de que tres ramas de la industria pesada (acero, productos químicos y cemento) aportan el 70 por ciento de las emisiones industriales de CO2. Además, nos describe que la contabilidad de emisiones se suele hacer territorialmente por producción, pero que es mucho más realista la contabilidad de emisiones basada en el consumo. Y vuelve a salir el componente de justicia climática, ya que “no puede penalizarse a las economías de transición por su creciente demanda de productos y materiales industriales. Dada su responsabilidad histórica acumulada por las emisiones y las ventajas conseguidas gracias a las prontas oportunidades de desarrollo industrial, es a los estados desarrollados a los que compete la tarea mayor de abordar sus niveles de demanda”.
La solución global vendrá por descarbonizar la industria desplazando los combustibles fósiles y por implementar procesados más eficientes para reducir el impacto de la producción. Hay que hablar de la necesidad de consumir menos y extender una economía circular real en muchos ámbitos. ¿Qué es lo que más te ha sorprendido de lo que aparece en este capítulo?
En el capítulo 4.15. se intenta responder a la pregunta: ¿Qué pasa con las emisiones de la industria pesada? “Comprendemos que una central de carbón produce electricidad y que un motor de combustión interna mueve un coche. Pero la cadena de hechos que hay tras el hormigón de nuestras paredes o el acero del autobús o el plástico que envuelve una chocolatina es más opaca”. Se apunta también en el capítulo que “la presión de la opinión pública y de los inversores para la descarbonización es inferior en las empresas de la industria pesada”.
Y además “las emisiones de este sector se describen como «difíciles de reducir» (…) Las altas temperaturas necesarias para los procesos solo pueden alcanzarse hoy mediante la combustión de combustibles fósiles”.
El autor pone también de manifiesto los frustrados intentos de la geoingeniería en su país, Noruega, a la hora de llevar a cabo macroproyectos de captura de carbono. La realidad es tozuda y se presentan dificultades técnicas, aumentos de presupuesto, demoras o abandonos en la ejecución y, en el mejor de los casos cuando están en marcha, resultados que no son lo suficientemente eficaces y ambiciosos para hacer frente a la magnitud del problema. ¿Percibes tú también que la industria del cemento y del acero es la gran desconocida en cuanto a su papel en el calentamiento global y que en buena medida siempre se va “de rositas”?
En el capítulo 4.16. nos adentramos en el complicado mundo del transporte de personas y mercancías, haciendo hincapié sobre todo en el tráfico aéreo y marítimo. La contabilización de emisiones del tráfico internacional está fuera de los presupuestos de carbono de los países, con lo que en realidad hay una infravaloración de las emisiones globales, lo que puede perjudicar para conseguir los objetivos climáticos, en especial no superar esa barrera de los 1,5 ºC de aumento de temperatura sobre la época preindustrial. Quitar los combustibles fósiles del tráfico aéreo es complicado a corto y medio plazo, siendo la solución más viable la reducción de la demanda. En cuanto al tráfico marítimo, parece más sencillo por las opciones que hay: sistemas de propulsión por viento, reducción de velocidad… En cualquier caso, según se apunta al final del capítulo: “Todos necesitamos reflexionar sobre cuánto viajamos —y cuánto lo hacen nuestros productos— y por qué, y cuál es el medio de transporte más apropiado para dichos viajes. Si lo hiciéramos, tal vez llegáramos a transformadoras reducciones en el consumo de recursos y en la contaminación local y global”. ¿Te has planteado alguna vez reducir los vuelos (si es que te desplazas en avión) por cuestiones ambientales? ¿Te planteas de dónde vienen los productos cuando compras en el supermercado?
Después de leer el capítulo 4.17. nos queda claro que el transporte sigue dependiendo del petróleo en un 95 por ciento aproximadamente. La transición hacia lo eléctrico puede ser una solución, pero hay que tener en cuenta distintas circunstancias. Por un lado, hay que considerar cómo se ha producido la electricidad que alimenta los vehículos eléctricos, porque puede darse el caso de que si se ha generado a base de quemar carbón, por ejemplo, puede ser más perjudicial desde el punto de vista de emisiones que la propia gasolina. Por otro lado, no debemos olvidar que sustituir vehículos movidos por combustibles fósiles por otros eléctricos no resuelve los problemas de congestión de tráfico, de aparcamiento, de seguridad o de desigualdad en cuanto a las posibilidades de acceso a transporte. En tu día a día, ¿gestionas de alguna manera tu forma de desplazarte de forma consciente para intentar reducir las emisiones? Si es que sí, ¿cómo? ¿Qué dificultades encuentras? ¿Te has planteado adquirir un vehículo eléctrico?
Te invito a que dejes comentarios respondiendo a alguna de las preguntas que aparecen dispersas por esta publicación de la web, o destacando cualquier aspecto que te haya llamado especialmente la atención de todo lo que hemos leído.
El jueves 13 de abril, en el directo de Twitch en el canal En Plan Planeta, comentaremos en directo estos capítulos y lo más destacado de los comentarios que recibamos en el blog. También seguiremos compartiendo ideas para ir dando forma a la CUÑADOPEDIA sobre cambio climático, que realizaremos de forma colaborativa en un documento de Google docs: https://docs.google.com/document/d/1F7ZNGLYjsqj6UfO3AIDvZ76uLUwMDvcz_o6He4Uh6p0/edit?usp=sharing
¡Nos leemos!